Uno de los poblados en los que la Fundación Alaine tiene en marcha el Programa de microfinanzas para mujeres es Sonwore. Allí 20 mujeres trabajan con los préstamos y tras cada devolución anual, entregan sus ahorros. Son muy activas y pronto podrán ser autónomas para continuar con su actividad.
Normalmente en los grupos de mujeres en los poblados, se puede entrar siempre que se aporte el nivel de ahorros acumulado, pero en nuestra visita a la zona en el mes de mayo pasado conocimos que en Sonwore, pese a ello, habían rechazado una petición. La mujer en cuestión estaba viviendo con su familia del poblado, porque había tenido su primer hijo y siguiendo una costumbre tradicional, había decidido pasar los primeros tiempos en casa de su madre. Disfrutando de su apoyo y de su experiencia. Ese fue el freno. “No, le dijeron, cuando tu hijo crezca volverás con tu marido y no te acordarás de nosotras”
Pero no se rindió. Cuando sintió que se podía hacer cargo del cuidado de su hijo, volvió a su pueblo, y no abandonó su idea. Había visto que las microfinanzas de la Fundación Alaine eran una estupenda palanca de desarrollo personal y colectivo y movilizó a las mujeres de Gnanwaleulu, el poblado donde vivía con su marido.
Acompañada de otra mujer y con su hijo adosado a su espalda, caminó hasta Nikki. Hasta la casa de las Terciarias Capuchinas, las verdaderas artífices del éxito de nuestro Programa de microfinanzas. No sé cuántos kilómetros son, pero a nosotros, llegar nos costó 2 horas de saltos en la Toyota. Ellas hicieron el trayecto de ida y vuelta en el día, con sus chancletas. Con los hombros erguidos y una sonrisa. A la ida, alimentadas por la esperanza, a la vuelta alegres porque las Hermanas les habían prometido
visitarlas y comenzar con la financiación de su propio grupo de mujeres.
Y nosotros tuvimos la suerte de poder participar en el inicio efectivo, con la entrega individual de los 30.000 francos cfa por mujer. Toda una ceremonia donde quedan claras las responsabilidades asumidas tanto desde el punto de vista personal como colectivo. Todo queda reflejado en el cuaderno de la Hermana Sophie y en la firme determinación que se puede ver en los ojos de cada una de ellas.
Hoy en Gnanwaleulu 42 mujeres trabajan con aquella misma financiación que una de ellas conoció en Sonwore. Y es que, en África, las buenas noticias también corren en los pies de las mujeres.