En la vida, la mayoría de las cosas se suelen aprender a valorar por su ausencia. Es preciso perder algo para ser consciente de cuan importante era para nosotros. Independientemente de que se hubiera disfrutado con anterioridad y en mayor o menor cuantía, la carencia de “algo” o la ausencia de “alguien” suele comportar sentimientos negativos de añoranza.
Existe, sin embargo, otra forma de valorar las cosas sin que sea necesario perderlas. Al menos sin que sea necesario perderlas de forma definitiva. Para ello, únicamente es preciso desarrollar una cierta capacidad. Me refiero en concreto a la capacidad de valorar los contrastes. Eso, suele requerir al menos, un poco de sensibilidad, razonables dosis de empatía,… pero sobre todo disponibilidad y voluntad.
En estos días que he pasado por Centroamérica, he podido valorar alguno de esos contrastes. En unas pocas Jornadas he jugado dos papeles muy diferentes en dos países muy diferentes.
Comencé en Panamá City. En el Hotel Miramar Intercontinental. En la Planta Ejecutiva. La número 22, orientada hacia la bahía, frente a un puerto deportivo y junto al impresionante skyline de la costa de la ciudad. Spa, gimnasio, cocktail de bienvenida, copa cortesía de la Dirección y un largo etcétera de comodidades a las que es muy fácil acostumbrarse.
Era lógico. Se trataba del día de la Junta Directiva de BBVA Panamá y soy miembro de la misma.
Pero mi viaje seguía y ese mismo
día, unas pocas horas después, estaba en Guatemala rodando por la “interamericana” camino de Patzún, una municipalidad situada al noroeste de la capital guatemalteca. Con 25.000 habitantes, ningún edificio de más de dos plantas y con bastantes de sus calles sin acabar de asfaltar, Patzún marcaba unas diferencias muy claras con respecto a mi situación unas pocas horas antes.
A partir de ahí, ventajas y desventajas. ¿Quien quiere ascensor para subir a la segunda planta? Aire puro frente al acondicionado,…
Pero también eso tenía su lógica. Había cambiado mi papel. Ya no era el humilde Director de una importante Junta Directiva. Ahora era el flamante responsable de una pequeña Fundación dedicada a la Cooperación para el Desarrollo, en viaje de aprendizaje acerca de las necesidades de las Comunidades Indígenas Mayas en Guatemala.
Por tanto yo había buscado el contraste o al menos me había expuesto a él, voluntariamente. O sea, tenía lo que quería. Pero echando la memoria hacia atrás, reflexioné sobre la cantidad de ocasiones en las que en nuestro “otro” papel habitual, pasamos junto a esos “contrastes” sin apenas percibirlos. Por eso cada vez pienso que es más que necesario realizar este tipo de ejercicios, este tipo de viajes,…
Tras mi primera experiencia en Benin, lo recomendé. Ahora con más experiencias estoy, si cabe, más convencido.
Aunque qué duda cabe que normalmente tampoco hay que desplazarse demasiado para poder ver estos contrastes. En los actuales momentos de coyuntura, es suficiente con situarse “al otro lado de la crisis”. Habitualmente, basta con observar con atención a nuestro alrededor y como decía al comienzo, hacerlo con ciertas dosis de sensibilidad y voluntad.