Cada vez que se suscita un debate en nuestra sociedad, se suele radicalizar rápidamente. Da igual que estemos hablando de los Presupuestos Generales del Estado, del fuera de juego en el futbol o de la Ley de Reproducción Humana Asistida.
Normalmente en cada uno de los casos, se suele tirar de férreas argumentaciones sociales, éticas, morales, religiosas,… Siempre en plural. Al menos suelen existir casi tantos enfoques como personas participantes. A menudo, no importa el tema. Sólo importan las posiciones preexistentes. A qué grupo pertenezco o bajo qué siglas estoy participando. Normalmente resulta sencillo. Es una cuestión de habito. Hay verdaderos profesionales del debate,… y no me refiero sólo al ámbito político. En ese suelen encontrarse – casi siempre – los ejemplos más pobres.
Estos días, todos hemos visto en las noticias a Andrés, un niño de seis años, que padece una anemia muy grave causada por una dolencia genética, la beta-talasemia. La mayoría de los pacientes de esa enfermedad, según los médicos, mueren por problemas cardíacos que se suelen producir en la adolescencia o cuando acaban de cumplir los veinte,… y en cualquier caso, la esperanza de vida de estas personas es inferior a los 35 años.
Pero, Andrés no ha sido noticia por eso. Lo ha sido porque sus padres dispuestos a todo para salvarle, han protagonizado un proceso de selección genética que les ha permitido tener un hijo que no sólo es inmune a la enfermedad que padece Andrés, sino que además es donante compatible con su hermano mayor y les va a permitir intentar salvarle de su fatal destino anterior.
El recién nacido se llama Javier. Andrés está encantado con él. Le quiere a rabiar. Debe ser de los pocos primogénitos
que no tienen celos de su hermanito recién nacido. Y sus padres,… Qué vamos a decir de sus padres. Cualquiera que haya perdido un hijo, sabe que hubiera hecho cualquier cosa por salvarle,… hasta equivocarse. Todo por tener otra oportunidad, aunque no fuera al 100%. Si la receta encima es tener otro hijo,…
Cada vez que les abracemos a uno u otro, sabremos que quien nos ha permitido seguirlo haciendo ha sido “el peque”. ¿No les querremos más por eso? Al mayor por el alivio de verle sano y salvo,… Al pequeño por ser el “vehículo” del milagro.
En el mundo de la genética me resulta intuitivo que deben existir limites, que no vale todo, pero en mi opinión de padre, en casos como éste yo diría que sí rotundamente y sin vacilación. En la columna de la derecha, os dejo una encuesta para que además de los comentarios que queráis aportar al debate, podáis aportar vuestra opinión en forma de voto electrónico..