Iguales para todo?

En las últimas semanas he podido asistir a dos procesos electorales. Uno en Benín para renovar su Parlamento y otro en España: municipales y autonómicas. Bien podría pensarse que deberían ser muy diferentes, pero en realidad no lo han sido tanto.

En Benín se celebraron el 26 de abril y durante todo ese día estuvieron cerradas las fronteras terrestres y todos los establecimientos con venta de alcohol. Ayer tuvimos en España las elecciones municipales. Fronteras y bares abiertos han sido las diferencias más significativas.

Por lo demás, ambas campañas han sido ruidosas, con caravanas de coches haciendo sonar la bocina. Con pegada de carteles y reparto de folletos. Aquí y allí los megáfonos callejeros proliferaban con los mensajes propios de cada partido,… Aquí y allí el escaso interés de los que pasaban cerca, tampoco era diferente.

La participación por poco ha resultado casi idéntica. En Benín votaron el 65,92%. En España el 64,94% y eso que allí, las personas que viven en los poblados perdidos en la maleza lo tienen realmente muy difícil. Quizá ya no valoramos suficientemente el privilegio que supone poder votar libremente.

Para nosotros fue una experiencia bonita ver cómo los benineses ejercían su democrática ciudadanía votando en edificios financiados por la Fundación Alaine, cotidianamente destinados a escuelas o institutos.

Esa similitud observada, me ha reafirmado en que no somos tan diferentes ni siquiera en eso a pesar de que aquí hemos conocido los resultados el mismo día de las votaciones y allí cuando me marché, más de una semana después de las votaciones, los resultados se acababan de conocer.

Y es que allí no hay internet y mientras nuestro mundo sigue avanzando y construyendo conocimiento alrededor de esa excelente plataforma, en países como Benín se nota cómo la brecha de desarrollo se abre cada vez más y esa brecha no hace referencia a la tecnología que se utiliza sino a todo lo que su falta conlleva en la vida diaria.

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