Hace unos días, al publicar un post sobre “la pobreza en España”, comprometí una serie de artículos sobre varios temas. Uno de ellos, era el Techo de Cristal. Además comprometí abordar este tema desde la base de un trabajo realizado por mi hijo Borja, con quien tuve la oportunidad de debatir, a lo largo de la preparación y redacción del mismo.
Bien conocida era, para todos los que convivíamos con Alaine, su frontal oposición a la discriminación de género. Pues bien, uniendo ambas cuestiones, comparto el trabajo realizado por su hermano, y lo hago en varias partes. Hoy, la situación actual. En próximos días algunos “porqués”, las conclusiones y posibles soluciones.
Antes de abordar la situación actual, en nuestro país, de las mujeres ante el mercado laboral, parece conveniente concretar qué se entiende en nuestros días por “techo de cristal”. Se
denomina así a una superficie superior e invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Otros autores, los menos, se refieren a un “suelo pegajoso” que agrupa las fuerzas que mantienen a tantas mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica. En ambos casos se trata de obstáculos reales que dificultan la “igualdad efectiva” entre mujeres y hombres.Son muchas las preguntas que surgen a la vista de la situación actual. Somos conscientes de la existencia de barreras más o menos invisibles que dificultan que en la realidad cotidiana, mujeres y hombres seamos iguales en los diferentes órdenes en los que nos podemos comparar. No es menos cierto, que estamos convencidos de que ninguna discriminación es buena. Estamos asistiendo a numerosas situaciones en las que ser de un color u otro, de una región del mundo o de la opuesta, de una u otra raza o religión, puede suponer barreras infranqueables para el discriminado. Y eso nos parece totalmente deleznable y lo combatimos con todas las fuerzas a nuestro alcance. Pero quizá no somos conscientes de que mucho más cerca, alrededor nuestro, existe otra potencial discriminación hacia la que es posible que no seamos tan sensibles. En España, la incorporación de la mujer al mercado laboral, aunque aumentando, está muy lejos de la de otros países de la Unión Europea e incluso de la media general de los países miembros. Dicha media alcanzaba en 2001 el 47% mientras que en España, la tasa de actividad femenina se situaba en el 39%. Nos encontramos alineados únicamente con algunos países mediterráneos de la Unión como Grecia (38%) o Italia (36%) En nuestro país, como en el resto de países desarrollados, existen dos ejes principales de discriminación por razón de género. Uno, de carácter horizontal, que tiende a desplazar a las mujeres hacia trabajos considerados de menor valor. Este tipo de puestos, junto con una cierta precariedad laboral, son los únicos en los que la mujer puede tratar de conciliar su trabajo con el cuidado de la familia y del hogar. Además, existe una clara segregación vertical. En este segundo eje, los hombres ocupan los puestos de categoría superior, dejando para la mujer el resto. Combinando ambos ejes y aplicándolo a la realidad española, nos encontramos con una clara concentración sectorial de trabajo femenino en sectores como Servicio doméstico (92,1%), Sanidad (76,6%), Educación (64,9%), Hostelería (55,4%), o Comercio (48,6%). Un rápido vistazo a la composición vertical de rangos en cada sector, nos revela que además las mujeres ocupan los puestos de inferior categoría en un porcentaje netamente superior. Así, nos encontramos fundamentalmente con enfermeras, dependientas, profesoras de primaria, camareras, etc.
Esa combinación de segregaciones vertical y horizontal, nos hace patente que existen barreras que impiden a la mujer ascender a puestos de trabajo de superior categoría y su paso a sectores de actividad más valorados. Todo ello provoca que las tasas de temporalidad en el empleo, de paro y los niveles salariales sean netamente desfavorables para las mujeres. De los casi 16 millones y medio de asalariados españoles a finales de 2006, el 81,7% de las jornadas a tiempo parcial y sólo el 37,5% de las jornadas completas eran para mujeres. En cuanto a la discriminación salarial, según los últimos informes del Instituto de la Mujer (dependiente de Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), “la diferencia salarial a iguales características, supera el 18%”
Para finalizar este breve repaso a la situación actual en nuestro país baste indicar, que España deberá crear 3 millones de puestos de trabajo para las mujeres si quiere cumplir los objetivos marcados por la Unión Europea para el año 2010. Deberá además facilitar la conciliación de la vida
laboral, personal y familiar de forma que sea factible equilibrar las desigualdades añadidas
Totalmente de acuerdo Marta.
Afortunadamente las generaciones que vienen, parece que lo tienen más claro. Las conclusiones de Borja (y no se las quiero pisar) van precisamente, por el trabajo que nos queda,… a todos.
Lo leo ahora, pero estoy aburrida de escuchar lo de la mayoría de mujeres en el gobierno de España. Me parece genial, pero me parece triste que la noticia sea que sea mujer y no su carrera o por que han sido llamados para ese puesto, y luego porque ganan por minimayoría 8 hombres frente a 9… ayyyyy lo que nos queda…