A la sombra de un árbol

mango.JPGUna de las cosas que llaman la atención en África es cómo al pasar por los poblados, sea cual sea su tamaño siempre se pueden observar reuniones a la sombra de los árboles. Generalmente grandes mangos o flamboyan. Generalmente sólo uno.

En África existen dos cosas que son realmente relevantes. La sombra y el agua. El árbol resulta ser una afortunada combinación de las dos. En parajes desérticos, allí donde menos lo esperas hay un árbol y a su alrededor un poblado. El agua no suele verse pero no debe estar muy lejos.

En cada ocasión, el árbol estará poblado de diferente manera. Unas veces y por la mañana,  son las mujeres que vigilan desde allí sus “puestos” en la orilla de la pista de tierra por la que circula alguna tartana de vez en cuando. Otras, al atardecer, son los mayores que aguardan la vuelta de los adultos, charlando entre sí y con los niños, en una de esas ceremonias cotidianas tan importantes en África para la transmisión de la cultura y las tradiciones.

jardin-de-belair.jpgEl año pasado os hablaba del Salón de las estrellas de Kopargó. Este año le podría tocar el turno al Jardín de belair de Pereré (foto al margen). Todos ellos basados en esa excelente fórmula para compartir que mantienen en el que llamamos tercer mundo y que nos hemos dejado cercenar en el primero a manos de aparatos como la televisión, que cumplen solo de forma parcial y partidista esa función. Tras la comida o la cena y sin la presencia de los temidos rayos solares se enciende la conversación. Poco a poco al inicio,… a borbotones después.

La tradición oral es fundamental en estas culturas. Los que en su día oyeron de sus mayores la historia de su familia, de su clan o de su etnia, ahora la transmiten junto con todo aquello que ellos han tenido la oportunidad de vivir. Entrelazado con ello transitarán las noticias del día. Sucesos más o menos pequeños tendrán su lugar junto a esas historias que suelen seguir a fórmulas del estilo,… “hace tanto tiempo que ya nadie lo recuerda…” Con ella cesan los rumores y los juegos infantiles que acompañaban al anterior parloteo y todos escuchan a quien les está haciendo partícipes de su Historia.

Quizá todavía no sean del todo conscientes que en el futuro ellos tendrán que ocupar el lugar de los ancianos oradores. Es seguro que los niños no se ven en ese papel. No saben conjugar el futuro hasta ese punto, pero escuchan ávidamente, en silencio, con los ojos muy abiertos,… hasta que el sueño les vence allí, a la sombra del gran árbol testigo de muchas generaciones.

Finalmente la historia concluye. Ya ha anochecido y todos se despiden con voz queda en dirección al
interior de sus chozas. Es la hora de los espíritus. Suya es la noche. Ellos también se reúnen entre las ramas del gran árbol y no deben ser molestados.

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