Las vidrieras de Kpabegou

imagen-543-bis.JPGHan pasado ya dos semanas desde mi visita a la República de Benin, pero estoy todavía entre los dos mundos. Vivo, veo y camino por el primero, pero mi mente todavía está en el que llamamos tercero. Y ahora que he comenzado a conocerlo, sé que lo llamamos así, porque hemos elegido nosotros y lo hemos hecho sin saber. Por que hemos hecho nosotros el ranking. Hemos decidido nosotros qué cosas son importantes y cuales no. Quienes estamos desarrollados y quienes no. Hoy, con mi experiencia de los últimos días sé que nos aventajan en muchas cosas. Algunas de ellas, de extraordinaria importancia.

Muchas son las cosas que me han llamado la atención y las estoy comentando poco a poco, con calma, de forma más o menos reflexiva en este Blog. En el blog de la Fundación Alaine. Una fundación que lleva el nombre de mi hija porque sus objetivos son los que ella no pudo cumplir por culpa del cáncer. Esos objetivos son de Igualdad en el Mundo. De género, de oportunidades, de acceso a la educación, ante la enfermedad,… En definitiva, como dice nuestro lema, tratamos “que todo el mundo pueda sonreir”

Una de esas cosas que me han encantado, ha sido la riqueza vital de las gentes con las que hemos convivido durante los días que hemos recorrido Benin. Nunca antes había visto a la gente vivir tanto con tan poco. Sin reproches, sin rencores ni lamentaciones. Con espíritu vital de superación. Con una sonrisa. Con ingenio ante las pequeñas dificultades cotidianas y con tenacidad y pertinacia ante las más grandes y estructurales. Y qué decir de quienes se han desplazado a vivir allí para ayudarles en su presente y con ello, tratar de mejorar su futuro.

En estos días de convivencia con ellos, en una de las celebraciones eucarísticas a las 7 de la mañana, en la coqueta iglesia de Kpabegou, recordé la última iglesia en la que había estado, en España, el fin de semana anterior al viaje a Benin. Estuvimos en la Catedral de León con sus impresionantes vidrieras. Allí en el corazón de Benin con el sol entrando por las celosías, y reflejándose en las paredes, en el suelo y en las coloristas vestimentas de las gentes de Kpabegou, no añoré nada que no fuera la posibilidad de perpetuar aquél momento de paz y poderlo compartir, en igualdad de condiciones, con quienes nos esperaban a la vuelta.

En ese momento, Halim – un pequeño de tres años escasos – me tocó la pierna y me miróimagen-119-bis.JPG fijamente con sus grandes ojos negros. Le cogí en brazos y se relajó en ellos observando todo a su alrededor, aprovechando su altura recién estrenada. Yo, emocionado y halagado, me sentí aceptado por aquella sociedad. En aquel momento, hubiera deseado, como los Apóstoles, “levantar allí una tienda y quedarme para siempre”, pero no podía ser. De todas formas, y aunque el sol siguió su curso, la eucaristía terminó y Halim volvió a los brazos de su madre, sigo viendo las vidrieras de Kpabegou cada vez que cierro los ojos o cada vez que contrasto
nuestras actitudes de primer mundo con las que disfruté durante mi estancia en Benín. Cuántas cosas nos pueden enseñar. Cómo serían ellos de felices, con una ínfima parte de lo que a nosotros nos sobra. Cómo seríamos nosotros, con lo que ellos tienen.

El resto del viaje queda resumido en aquellos momentos. Visitamos escuelas, institutos, centros de formación profesional, hospitales, internados, pozos, puentes, poblados, familias,… En todos los casos, el tono general, el calor de las gentes y sus sonrisas, se fueron repitiendo. Pese a que su situación se nos pudiera antojar dramática, a nuestros ojos de primer mundo, ellos la superaban y nos acogían poniendo a nuestra disposición todo lo suyo y sobre todo sus sonrisas y su cariño.

Ahora, nos queda la responsabilidad de ser capaces de estar a su altura. Poder transmitir la realidad de lo que hemos vivido y materializar nuestra ayuda en cosas concretas que hagan que los Benineses sean aún más dueños de su destino y que ese destino evolucione hacia donde ellos elijan libremente. Para ello, desde la Fundación Alaine, nos planteamos seguir financiando más escuelas, y comenzar a becar a jóvenes en sus estudios de secundaria, formación profesional o superiores. Todo ello de la mano de Marcos y de la SMA. ¿De quién mejor?

En los próximos días os propondré la nueva escuela de Weé weé.

3 comentarios en “Las vidrieras de Kpabegou”

  1. Ramón Herrera Otal

    Efectivamente, tenemos mucho que aprender. Pero en esto, me parece que ocurre como con los idiomas. Podemos aprender mucha gramática, pero siempre viene bien una inmersión. Es la única forma de dominar el idioma correspondiente.
    Yo he tenido la suerte de poderlo realizar y lo recomiendo, al menos una vez en la vida.

  2. Por tus posts intuyo que el viaje ha sido un catalizador de buena energía. Me alegra mucho que hayas tenido tan buenas experiencias y que tomes el tiempo para compartirlas con los que estamos enfrascados en nuestro día a día.

    Definitivamente, la pobreza material del mal llamado tercer mundo trae muchas veces una riqueza emocional y espiritual. A veces nos cuesta entenderlo pero si que ayuda a replantearnos nuestras actitudes en el día a día.

    Si tenemos mucho que aprender.

  3. Realmente quem pode dizer que um mundo é civilizado e outro não, ainda mais quando se sabe que muitas vezes um povo é mantido em condições precárias por interesse de outro.

    Mas em muitos aspectos, certamente teríamos algo a aprender deste 3º mundo…

    Abraço!

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