Este año parece que estoy abocado al desorden como fórmula para contar las cosas que me han parecido más relevantes durante mi viaje de casi un par de semanas por el norte de Benin. El año pasado gerencié de una manera razonada la publicación de articulos. Este año parece que no consigo generar el esquema mínimo imprescindible para hacerlo. En fin, estoy a punto de rendirme y desde luego hoy lo hago.
Hoy voy a contar una de las cosas que más me impresionaron durante las diversas visitas que realizamos a diferentes Centros de Enseñanza a lo largo y ancho del país.
Me llamó poderosamente la atención que una noche, en Kalalé, mientras descansábamos bajo el habitual cielo estrellado de esa época en esas latitudes, llegara alguien desconocido para todos los que estábamos allí. Se dirigió con enorme respeto a nuestro anfitrión. Lo hizo en una de las lenguas de la zona y tras obtener una breve respuesta, se marchó con la misma discreción con la que había llegado y dando visibles muestras de agrado y reconocimiento. No tardamos en saber lo que quería.
Se trataba de uno de los Notables de una población situada todavía más al norte de donde nos encontrábamos. Al parecer, habían sabido que la Fundación Alaine apoyándose en los Misioneros de la Sociedad de Misiones Africanas, había financiado sendas Escuelas en Bouka y Kalalé y además conocían que algunos de sus Representantes se encontraban de visita para ver las obras de un Instituto recientemente iniciado en Kalalé. Ellos, en Gbessassi, habían intentado construir su propio Centro de Secundaria, pero la crisis del algodón estaba castigando especialmente su zona y no podían acabarlo. Venía por tanto a pedir ayuda. Querían saber si podíamos visitarles para hacernos partícipes de sus problemas y para solicitarnos ayuda.
A los pocos días fuimos a verles. Ya teníamos previsto visitar Gbessassi con motivo de un Proyecto Agrícola para mujeres que había despertado mi interés ya desde mi visita del año anterior. Por lo tanto la apretada agenda a la que nos sometíamos no se vió demasiado alterada.
Nunca había visto tantos niños juntos. Cuando llegamos esperábamos una reunión con los Representantes de la Comunidad, con la Asociación de padres de alumnos, algunos notables,…. Algo así como lo que nos encontramos en 2008 en Weé weé. Pero lo que nos encontramos fueron casi 1.000 niños dándonos la bienvenida y a todas las Autoridades del pueblo esperando para hacernos su estudiada solicitud.
Contemplamos, además, cómo habían sido capaces de construir con el esfuerzo de todos un edificio para sus alumnos de Secundaria. El Estado Beninés no da abasto para construir las Escuelas de Primaria necesarias y hasta dentro de muchos años no se planteará construir Institutos. Por ello, el pueblo había solicitado a sus vecinos el esfuerzo personal y económico para levantar un edificio donde pudieran
estudiar sus hijos mayores. ¡Y lo tenían casi terminado!
A la crisis que atenaza el mundo, ellos le unen la quiebra que les ha producido el cultivo del algodón. Algo tradicional en esa zona y que con los precios actuales, ha hundido sus ya de por sí exiguas economías. En esas circunstancias no podían acabar su inversión. Por eso y para eso nos pedían ayuda.
El resto de sus cifras eran tremendas. En 2006 iniciaron las clases de Secundaria en un barracón de barro y paja, con 77 alumnos. En 2007 los alumnos ya eran 270 y asistían a clase debajo de los árboles, en barracones de barro y paja y en un almacén que la Comunidad utilizaba para el algodón. En la actualidad los alumnos de Secundaria son 425 y utilizan casi cualquier lugar para sus clases. Lo tienen que hacer además por turnos para aprovechar los sitios y los profesores.
Es evidente que les dijimos que les íbamos a ayudar. Además no solo a terminar el edificio que ellos han casi terminado con su esfuerzo, sino a intentar que tengan más aulas donde escolarizar a todos los niños que están acabando su educación primaria. Pero lo que más me impresionó, vino después.
El Director del Instituto, tras los discursos, nos invitó a su casa. Además de refrascantes bebidas nos regaló unos abanicos artesanales y una caja con huevos que habían recolectado entre la población. Por si todo eso no fuera bastante, con un cuidado francés nos dijo que aquel día había descubierto que era Cristiano. Le había conmovido nuestra visita, nuestra oferta de ayuda y el origen del nacimiento de la Fundación Alaine. “Si sois capaces de hacer éstas cosas con esa motivación, yo quiero ser de los vuestros”
Al parecer, él había sido escéptico acerca de que realmente les visitáramos y suponía que si lo hacíamos no les íbamos a ayudar. El buen hombre al ver que no sólo les ofrecíamos ayuda para acabar el edificio actual sino que les estábamos organizando para conseguir los otros dos módulos de aulas necesarios, quiso expresarnos su agradecimiento de una forma espontánea y sincera.
Cuando seguimos nuestro viaje, me llevé su emocionada imagen muy viva en el recuerdo. Aún hoy la mantengo así. Quizá por eso no me he podido ordenarme todavía y os cuento las cosas a borbotones.
En la columna de la derecha he incluído un enlace a un album de Picasa con algunas fotos de aquella visita.